Es de mis pecados favoritos, junto con la pereza... y otro más que no voy a decir.
Yo confieso haber pecado con esta adictiva actitud. No todos los días se puede uno mirar al espejo, pensar 'soy una diosa' y realmente serlo. Este fin de semana me he convencido de que sí me sucedió esa perfecta sincronía de pensamiento-hecho.
Asistí a una boda, y la utilicé como el momento perfecto para ser lo que siempre me he imaginado: la hija perdida de Jackie O., una pin-up glamurosa o simplemente la lectora fiel de esa maravillosa revista llamada Vogue.
Ya sé que en un post critiqué a las seguidoras ciegas de las revistas, pero hay una diferencia: yo no hablo pendejadas sin sentido. Bueno, a veces.
En mi vida cotidiana nunca paso del uniforme jeans-camiseta-chanclas... así que subirme en mis tacones de 10 cm., abrocharme ese hermoso vestido negro y delinear de rojo mis labios fue una experiencia extremadamente deseada.
Que importa lo que los demás piensen. De vez en cuando es necesario un momento de fantasía personal.